sábado, 30 de junio de 2012

La utilidad de las servilletas



Hay servilletas que sirven para limpiarse la boca, otras, para limpiarse las manos, con algunas, alguna se limpia los ojos, con otras, otras se suenan, hay incluso servilletas que sirven de posavasos, también de posacubiertos, ¡hasta de posaestampas!. También hay servilletas que sirven para todo y pasan de la boca al ojo, del ojo a la nariz, de la nariz a los dedos y finalmente cumplen con su cometido de mantelito. Son servilletas que tienen tantos fines como imaginación tiene una pobre anciana.
¡Que nadie intente poner orden en las servilletas, ni aconsejar sobre su mejor uso!
Yo “soy malvada” y le pongo solo una, “no seas malvada y dame más servilletas”, dice como quien pide un tesoro; pero los nervios me traicionan, el sentido común me invade y refunfuño mientras me levanto a coger más servilletas.
¿Por qué necesitará tantas servilletas? El motivo es el mismo que hizo que el año pasado tuviera que comprarle un diccionario de inglés con toda urgencia. “¿Pero para qué quieres un diccionario de inglés?” dije asombrada. “Pues para qué lo voy a querer, para consultar las palabras que no sé” Claro, qué pregunta tan tonta la mía, cómo se me ocurre preguntar algo parecido.
¡Viva la utilidad de las servilletas y de los diccionarios de inglés, tan necesarios para una pobre anciana que sentada en su butaca mira con la mirada perdida el fuego de la chimenea!
Y “¿qué día es hoy?”, no, no, no, mejor dicho: “¿hoy es martes?” o “ayer fue lunes?” o “¿mañana es miércoles?” porque en cuestión de semanas todo gira alrededor del martes no se sabe porqué. Necesita saber el día de la semana para poder rezar el Rosario y al final del día podemos llegar a escuchar ¿hoy ha sido martes?, pues ella mata los días a eso de las ocho, más de quinientas veces. Los niños contestan con aburrimiento infinito: “síííiíííííí” o “nooooooo, hoy es jueeeeeeeves” otras quinientas veces.
Ella misma dice que es como si le pasaran una esponja mojada por la cabeza y le borraran cualquier información ¡qué pena! a lo mejor es una servilleta mojada.
Era niña de matrículas de honor, “la más lista de la clase” dice sin ninguna modestia porque era verdad. Fue licenciada en Ciencias Químicas cuando entonces la mayoría de las mujeres se contentaban con aprender a escribir a máquina. Su cabeza brillaba en inteligencia y su corazón en bondad. Tanta bondad que un buen día decidió ponerla en manos de Dios y la recluyó en un convento de clausura, la bondad digo. A través de aquellas rejas nuestras miradas de niños se impactaban cuando íbamos de visita y ella lloraba al ver a mamá tan nerviosa y tan triste.
Pero Dios tenía otros planes para ella y no quiso que su bondad se quedara encerrada tras el torno; la sacó de allí y le pidió que pusiera esa bondad al servicio de sus hermanos, sus hermanas y sus sobrinos. Y así lo hizo. Cuidó uno por uno a todos, sin quejarse, sin aspavientos, sin que se enterase su mano izquierda de lo que hacía  la derecha y lloró la muerte de cada uno hasta que se quedó sola.
Ahora está ella vieja, débil y tonta. En un escondrijo del cerebelo tiene el cloruro de sodio olvidado y en el otro escondrijo afloran servilletas inútiles ¿qué digo yo? ¡utilísimas!
Solo le pido a Dios que me dé la fuerza para poderla atender bien, como se merece, porque tanta servilleta desperdigada por la mesa de la cocina me anuda los nervios y me impide sonreírla. Solo le pido a Dios que me ayude a darle todas las servilletas que quiera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario